Sunday, May 17, 2009

La realidad y la ficción (1)















Fue un shock inmediato cuando, al volver a Barcelona tras un tiempo en el extranjero, me di cuenta de que la ciudad acaba de haber dado un salto al futuro. No, un salto al pasado. No, un regreso al futuro. No, un salto a la ficción. Bueno, no sé el qué. Pero lo que sí sé es que estaba presenciando lo que años atrás se había escrito en un libro de ciencia ficción. Bueno, en un libro cómico. Bueno, en un libro, vaya. Y sólo pude pensar en la cara que debió poner Eduardo, sentado delante de su café con leche, una mañana cualquiera, con El País encima de la mesa, al leer esa noticia. Oh, no, no era ninguna noticia bomba, nada sobredimensional. Pero ese anuncio de que la ciudad iba a incorporar una flota de bicicletas rojas para bajar de Sant Gervasi al Moll de la Fusta era lo más. Era eso que él había ideado como solución idealística pero fantasiosa, y ahora se estaba haciendo realidad delante de sus propias narices. Nosotros que pensábamos que los de la nevada del 62 serían para siempre los únicos en poder bajar Balmes deslizándose sin motor por la calzada, vimos que de aquel momento en adelante, la profecía del extraterrestre en busca de Gurb se hacía realidad. El autor todavía se debe estar riendo, y yo creo que debe estar feliz. Ay, que bueno debe sentar eso de ser un visionario. Sobre todo en clave de humor. 

"Quizá la gente haría más uso de la bicicleta si la ciudad fuera más llana, pero esto tiene mal arreglo, porque ya está casi toda edificada. Otra solución sería que el Ayuntamiento pusiera bicicletas a disposición de los transeúntes en la parte alta de la ciudad, con la cuales éstos podrían ira al centro muy deprisa y casi sin pedalear. Una vez en el centro, el propio Ayuntamiento (o, en su lugar, una empresa concesionaria) se encargaría de meter las bicis en camiones y volverlas a llevar a la parte alta. Este sistema resultaría relativamente barato. A lo sumo, habría que colocar una red o colchoneta en la parte baja de la ciudad para impedir que los menos expertos o los más alocados se cayeran al mar una vez efectuado el trayecto descendente. Quedaría pendiente, claro está, la forma en que la gente que hubiera bajado al centro en bicicleta volviera a la parte alta, pero esto no es cosa que deba preocupar al Ayuntamiento, porque no es función de esta institución (ni de ninguna otra) coartar la iniciativa de los ciudadanos."

"Sin noticias de Gurb" (día 17, 18h00). Eduardo Mendoza, 1990.

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